Ya no soy el que era, ahora soy quien quiero ser

El otro día, estaba leyendo un artículo donde se hablaba de Leo Messi, concretamente, un  párrafo decía lo siguiente “El Messi del Mundial de Alemania era una joya de 19 años que hablaba poco, escuchaba mucho y que se guarecía en su amistad con Oscar Ustari. El de la Copa América de Venezuela en el 2007, un elegido por Juan Sebastián Verón para ser moldeado como futuro emblema; para empezar las clases aceleradas en la escuela de líderes…………..”.

Messi, como tantos otros muchos, es un ejemplo más de cómo el entrenamiento de habilidades y competencias puede lograr que un joven con cierto retraimiento se convierta en un gran líder.

Me gustaría haceros reflexionar; hoy en día, ¿Quién no ha oído hablar ya de Daniel Goleman?, ya casi hace dos décadas, que se publicó su best-seller Inteligencia Emocional; en él afirmaba que “las personas emocionalmente desarrolladas disfrutan de una situación más ventajosa en todos los dominios de la vida; son más eficientes y más capaces de dominar los hábitos mentales que determinan la productividad”.

Dediquemos unos momentos a pensar en alguna persona que admiremos por su profesionalidad, liderazgo, capacidad para resolver problemas, autocontrol ante situaciones críticas, don de gentes… en definitiva, alguien a quien nos gustaría parecernos. Seguramente aquella persona que haya venido a nuestra mente será alguien que destaque por ser emocionalmente inteligente.

Podemos definir, de un modo teórico, la Inteligencia Emocional, como la capacidad de percatarse de los propios sentimientos, así como de los de las demás personas, y gestionarlos de forma eficaz; afrontando las situaciones incómodas de la vida, laboral y personal, con carácter y decisión.

Por poner algunos ejemplos de personajes públicos, os paso a detallar algunas de las cualidades de tres personas con reconocida Inteligencia Emocional:

John F. Kennedy:

  • Logró trasmitir e instaurar en los demás un espíritu basado en las ilusiones
  • Destacó por la fuerza de sus convicciones y la esperanza.
  • Gran Carisma
  • Poder de oratoria
  • Liderazgo
  • Habilidades Sociales

Gandhi:

  • Ascendencia
  • Responsabilidad
  • Sociabilidad
  • Cautela
  • Originalidad
  • Relaciones personales
  • Vigor
  • Autoconocimiento

Josep Guardiola:

  • Liderazgo
  • Cercanía
  • Coherencia
  • Gran comunicador
  • Confianza en sí mismo
  • Motivador

Años atrás, se consideraba como sinónimo de triunfo profesional el poseer un elevado coeficiente intelectual (C.I.); es decir, cuánto más inteligente era una persona más posibilidades de éxito tenía en el ámbito laboral. Por el contrario, actualmente está más que demostrado que no es así; en realidad sólo el 20% del éxito en las diversas áreas de la vida, personales y profesionales, se considera que es debida al C.I. de la persona. Con esto no quiero decir que haya que ignorar la Inteligencia racional, por favor;  sin duda es una cualidad muy necesaria,  e importantísima para algunos puestos concretos. David R. Carusso afirmó “Es muy importante entender que la inteligencia emocional no es lo contrario de la inteligencia, no es el triunfo del corazón sobre la cabeza – es la única intersección de ambas.”

Numerosas investigaciones del ámbito laboral defienden que el C.I. tiene un papel secundario (a excepción de algunas profesiones eminentemente técnicas: científicos,..); por el contrario, es la Inteligencia Emocional la que determina el éxito o fracaso en el desempeño de un puesto de trabajo.  La ventaja de esto es que la inteligencia emocional se puede entrenar y desarrollar.

Vamos a profundizar un poco más sobre el término inteligencia emocional vinculado con las organizaciones. Sin duda, los responsables de las empresas son conscientes de las ventajas de incorporar a profesionales con una inteligencia emocional adecuada; saben que así aseguran en un porcentaje muy alto el éxito y  adaptación de los mismos en la organización en un breve espacio de tiempo. La inteligencia social es una cualidad muy importantes que deberían poseer las personas que componen las empresas, y, por ello, es demandada, de un modo directo o indirecto, explícita o implícitamente, convirtiéndose en un importante requisito que los responsables de selección o headhunters tienen presente.

¿Qué ocurre si detectamos que nosotros no nos caracterizamos por ser especialmente personas socialmente inteligentes? En ningún momento hay que dramatizar la situación; al contrario, lo importante es detectar esas carencias ya que existen varias vías de entrenar en estas habilidades y lo más importante, todos podemos desarrollar aquellas competencias o habilidades que engloba la inteligencia emocional con ayuda externa.

Ciertamente se puede aprender a ser emocionalmente inteligente, pero no por ello hay que pensar que es un proceso rápido y cómodo; al contrario, requiere mucho esfuerzo por parte de los sujetos implicados; supone un alto grado de atención, introspección, autoconocimiento, autoconciencia y, por supuesto, voluntad de cambio. Sin lugar a dudas el esfuerzo vale la pena, ya que el desarrollo de nuestra inteligencia emocional influirá muy favorablemente en todos los ámbitos de nuestra vida.

De nada servirán las revoluciones sociales y culturales si primero no hay una revolución interior”, Krishnamurti

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